En 1928 se publica
Romancero gitano
que
Federico García Lorca [I1]
[S2]
[S4] había estado escribiendo entre 1924 y 1927. En esta obra el escritor andaluz, a través de los gitanos, quiere representar a la minoría, un mundo de
marginados, de perseguidos, de “diversos”: negros, judíos, homosexuales,
mujeres. El poeta canta, con sentimiento de patente solidaridad, a la cultura
gitana exaltándola hasta convertirla en mito moderno.
El gitano simboliza perfectamente el sentimiento trágico de la vida, la
frustración de no poder vivir la vida plenariamente, el drama de ser diferente
y, por lo tanto, marginado.
El poeta asume la misma condición social y
humana que sus personajes por sentirse a su vez un rechazado; en una
entrevista, en 1931, se
expresaba así: "Yo creo
que ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío... que
todos llevamos dentro”.
Lorca representa a lo gitanos rompiendo con los estereotipos
tradicionales, abandonando todos los tópicos relacionados con los bandoleros
andaluces y presentándolos como
figuras ambiguas, femeninas, adolescentes. Son personajes débiles e indefensos
asociados, símbolos de todo un mundo marginado.
El poeta se identifica con ellos también por su
homosexualidad, en aquella época condenada con fuerza.
Aunque el Romancero se centre en los gitanos, el
poeta rechaza con fuerza la etiqueta de "poeta de los gitanos". En una carta a su amigo Jorge Guillén
escribe que le molestaba ser definido así y que no quería que lo encasillaran
en un rótulo.
Lorca encuentra las raíces de su estilo en el folklore literario de
Andalucía del que, sin embargo, se aleja elaborándolo totalmente. Su libro es
una síntesis de lo mítico y de lo cotidiano, del folklore y de la actualidad;
en una carta a Jorge Guillén escribe: " «Estoy terminando el Romancero
gitano. Nuevos temas y viejas sugestiones. [...] ""Preciosa y el aire"
es un romance gitano, que es un mito inventado por mí. En esta parte del
romancero procuro armonizar lo mitológico gitano con lo puramente vulgar
de los días presentes, y el resultado es extraño, pero creo que de belleza
nueva".
De hecho, el Romancero, a pesar de su apariencia
tan popular y andalucista, es más complejo de lo que en principio parece ser
(se piense en los símbolos y en la metáforas que constelan la obra, como el de
la luna, bailadora mortal); es más, es un libro donde nada es lo que parece
ser, lleno de disfraces y máscaras, desde la realidad cotidiana hasta la más
cultas alusiones mitológicas, tan lejos del tópico decimonónico costumbrista
reflejado en la Carmen de Merimée y Bizet de la que hablaremos en un
capítulo aparte.
Por eso, cuando en 1926 lleva a cabo la conferencia-recital del poemario,
en la presentación deja muy claras sus intenciones: "El libro en conjunto,
aunque se llama gitano, es el poema de Andalucía; y lo llamo gitano porque el
gitano es lo más elevado, lo más profundo, más aristocrático de mi país, lo más
representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de
la verdad andaluza y universal [...] El
libro es un retablo de Andalucía con gitanos, caballos, arcángeles, planetas,
con su brisa romana, con ríos, con crímenes, con la nota vulgar del
contrabandista. Un libro donde apenas si está expresada la Andalucía que se ve,
pero donde está temblando la que no se ve. [...] Un libro anti-pintoresco,
anti-folklórico, anti-flamenco [...], donde las figuras sirven a fondos
milenarios y donde no hay más que un solo personaje grande y oscuro como un
cielo de estío, un solo personaje que es la Pena [...], pena andaluza que es
una lucha de la inteligencia amorosa con el misterio que la rodea y no puede
comprender".
El Romance de la pena negra es la composición más representativa del
Romancero de Lorca: dijo el poeta que en el libro “hay un solo personaje
real, que es la pena que filtra por el tuétano de los huesos…”.