Los gitanos siempre han sufrido represión política, persecuciones de tipo
socio-cultural y perjuicios de todo tipo que aún sobreviven.
En muchos países, entre el siglo XV y el siglo XVIII se han promulgado
pragmáticas en contra de los romaníes: en los estados alemanes, en España, en
Francia, en Inglaterra, en Dinamarca, en Polonia, en Suecia, en Holanda y en
Portugal. A partir de 1765 el gobierno francés ofreció una recompensa en dinero
para quien los capturarían. En Dinamarca, en el siglo XIX la caza de los
gitanos era casi un deporte y así siguiendo hasta llegar a la persecución nazista cuando acabaron en los campos de concentración.
En Albania y en Turquía se creía que los gitanos destecharan las tumbas
para comerse los cadáveres. En 1782, durante un proceso, cerca de 200 gitanos
fueron acusados de antropofagia y sólo después de varias torturas se reveló su
inocencia.
El último proceso por canibalismo es muy reciente: remonta al año 1927, en
Eslovaquia.
Las referencias al triste pasado de persecuciones son muchas y han dejado
huellas en los fuertes prejuicios que aún hoy ensucian su fama.
Por lo que se refiere a los gitanos en España, destaca el deseo de ir más
allá de los lugares comunes que los estereotipan dentro del mundo del crimen y
de la mala vida. Muchos gitanos, sobre todo los jóvenes, quieren alejarse de la
imagen fija que se tiene de ellos: no todos son ladrones, no todos son
asesinos, no todos son violentos.
La juventud ya no cree en valores como la venganza y el honor, que
pertenecen a una cultura violenta generadora de crímenes, y al mismo tiempo,
quiere conservar el orgullo de pertenecer a su cultura.
La venganza ya no interesa a los jóvenes gitanos, pero sí el honor, el
respeto a los mayores, el carácter sagrado del matrimonio, el valor de la
familia... conceptos que no han perdido validez para los gitanos.
En cuanto a la condición de la mujer, la vida de una gitana es muy
diferente de la de una paya (con el término payos se identifican a los
que no son gitanos); aunque estudien o trabajen, (situación poco difundida) y
no se casen tan pronto como una vez, los objetivos fundamentales siguen siendo
el de casarse y de dedicarse a los labores del hogar.
Continúa siendo imprescindible para los hombres casarse con una mujer
virgen; antes de la boda la comunidad entera comprueba la virginidad de la
novia. Aunque los ritos ayudan a mantener la identidad de una cultura, rituales
como éste, pueden perpetuar costumbres que en la sociedad occidental se
perciben como machistas.
La tradición de las bodas concertadas está poco a poco desapareciendo pero
el matrimonio es la única manera de formalizar una relación; de lo contrario,
la solución es la de escaparse y muchas parejas lo hacen, sobretodo cuando los
padres no aceptan la unión.
Otro de los aspectos donde los gitanos quieren romper el cliché es en la educación [S1] [F2] [F3]. Hace muy poco tiempo resultaba muy raro encontrar a un gitano en la
universidad universitario; hoy en día
uno de cada cien gitanos llega a la universidad, y de los que llegan, dos de
cada tres son mujeres. Este cambio de rumbo en lo que concierne la educación es
muy importante para la emancipación de los gitanos que descuidaban su
importancia, tolerando incluso el analfabetismo.
A los gitanos se les sigue viendo como un pueblo inmóvil, agarrado a sus
tradiciones, cerrado dentro de sus costumbres y sus valores, sin tener en
cuenta su deseo de evolucionar que choca, necesariamente, con el apego a sus
raíces y éste es su mayor reto en la sociedad de hoy.