El baile

Con el término flamenco nos referimos no sólo a un conjunto de cantes y de bailes sino también a una forma de ser y de vivir : la representación escénica de la cultura gitana, el principal vehículo a través del que se expresan las vicisitudes de la etnia gitana. El flamenco es un sistema de intercomunicación que no nace como forma de espectáculo, sino que se practica en las reuniones familiares de las cerradas comunidades gitanas, donde el concepto de público no existe, sólo existen participantes, nadie queda inactivo.

El baile nace como íntimo desahogo emocional al que se relaciona el concepto de duende, una fuerza misteriosa que emerge de la hondura del ser humano, de las entrañas del yo. La idea de duende se refiere a un estado emocional de honda inspiración que llega a convertirse en una éxtasis que se apodera del interprete del baile que estalla en el movimiento; no tiene nada que ver ni con la habilidad técnica ni con la belleza. De hecho, la fuerza expresiva de la bailaora (la bailarina de flamenco) se fundamenta en la mirada, en los gestos y en su habilidad de tocar las castañuelas. Además, los cánones de la bailaora no corresponden a los de la bailarina de ballet, delgada, diáfana y joven: por el contrario, son las bailaoras mayores las que más se aprecian, debido a la riqueza de su experiencia. En general, este baile comprende movimientos de pies (zapateado, punteado, pateo), cuerpo (torsión, vaivén, convulsión, zarandeo) y brazos (braceos, manos y dedos). Se destaca la natural diferencia fisiológica y expresiva entre el cuerpo masculino y femenino: el hombre, gracias a su fuerza física mayor, está involucrado en un enérgico zapateado, mientras que la mujer desarrolla su soltura y el movimiento de las hijadas, en el zarandeo. Hombre y mujer no son idealizados según los cánones académicos de elegancia y armonía. La presencia del cuerpo se revela con fuerza e inmediatez también en el ruido de las palmas de las manos una con la otra, en la apertura del pecho hacia fuera, en la mirada fuerte y agresiva. La técnica del zapateado, que representa también la llamada de la tierra y el contacto con ella, contrasta con el deseo de elevación y la tensión hacia arriba: en este contraste entre tierra y cielo el cuerpo hace de punto de unión.

El cante y la guitarra

En el cante, el cantaor, es decir el cantante de flamenco, manifiesta su sufrimiento a través de unos versos trágicos entremezclados por un lacerante "ay". La expresión clave relacionada al cante flamenco es “cante jondo”, que significa hondo, para subrayar la intensidad de la música flamenca. Con respecto al cante se destacarán distintos estilos flamencos, los que se denominan de manera coloquial palos : hay alrededor 40 palos o tipos de canciones andaluzas bien diferenciados que siguen unas normas generales para su coreografía. Los palos se pueden dividir en "jondos", como la solear o soleá (reducción dialectal de soledad) y la seguiriya, en "festivos", como las alegrías o las bulerías, o "populares", como las sevillanas o los fandangos.

El tocaor acompaña al cantaor con el toque de la guitarra: en la guitarra flamenca, distinta de la clásica, las cuerdas están más cerca del cuerpo del instrumento para conseguir un sonido más caliente e intenso. La manera misma de coger el instrumento es diferente con respecto a la guitarra clásica: la guitarra flamenca se apoya sobre el muslo derecho, no se usa la peana sino la cejilla, una pieza que se fija sobre el mástil de la guitarra para subir el tono. La mayor diferencia no está en el instrumento sino en la manera de tocar: el guitarrista toca por intuición, de oído, improvisa muy a menudo porque, como por lo que concierne el baile, el toque no es una mecánica; la habilidad tiene que juntarse a la creatividad, a la personalidad del artista y al concepto de duende. Además, entre el puente y la boca está el golpeador, una lámina transparente que sirve para proteger la caja y que los tocaores utilizan para golpear con la mano derecha a tiempo de música.